A lo largo del día evité pensarlo. No fui al templo donde están sus cenizas,
mi madre no quería llorar.
A veces, puedes cerrar los ojos y pensar que no pasa nada a tu alrededor,
aunque el mundo se esté derrumbando. Pero, por más que aprietes los ojos, puedes
sentir el calor del fuego. No se va, ahí está, los abras o no.
Hoy habría sido el cumpleaños de mi hermana. Una de las personas que
más amo de mi vida y que se ha ido. Llegó a los treinta años. Hace un año
exactamente nos tomamos una de las últimas fotos juntas. O yo la tomé, una selfie. Sonreía, estoy segura.
¿Seguirá sonriendo, donde sea que esté?
En esos días lo mejor que se podía hacer era comprarle un pastel, cantarle
Las Mañanitas y decirle que soplara las velitas.
La extraño. La casa se siente sin ruido, vacía, como si faltara algo, como
si faltara alguien. Siempre hará falta.
Es un cumpleaños sin que cumpla un año más.
Hay preguntas que me hago a mí misma una y otra vez, que sé no tendrán respuesta. Sólo quedan los recuerdos de la maravillosa persona que fue y que, por más que quiera, todavía no puedo pensar en ella y no llorar.
Siempre estarás conmigo. Siempre te amaré. Y no importa nada o lo que pueda
escribir, te deseo un feliz cumpleaños, con todo el amor que soy capaz de dar.