Aceptémoslo, soy una pervertida. Pero una pervertida inocente. Una pervertida casta. Es verdad que me encanta escuchar perversiones como pasatiempo, pero de esas que no dañan a las personas, de otra manera llegan a ser grotescas.
¿Y qué es ser pervertida? Pues la RAE dice sobre pervertido “Dicho de una persona: De costumbres o inclinaciones sexuales que se consideran socialmente negativas o inmorales”. Entonces no puedo serlo, ¿verdad? O no lo sé, quizá sí, quizá no. Y bueno ¿qué si lo soy? Seguramente hay más personas pervertidas allá afuera cometiendo perversiones muy perversas. Yo soy una amateur, pervertida nivel uno.
Probablemente las perversiones se relacionan con temas ‘tabús’ del sexo, como los fetiches y las filias. Exactamente hace una o dos semanas desarrollé con algunas compañeras de la universidad un programa de radio sobre sexo; hablamos precisamente de fetiches, ¿quién escogió el tema? Pues yo.
El motivo de escribir esta nota es que me dicen ‘pervertida’. Si dicen que lo soy, ellos seguramente son ‘pervertidos de clóset’. Ya escribiendo en serio, no lo soy, no tanto, descanso por las mañanas, los domingos y uno que otro día con mucha tarea o festivo. Pausa, no, los festivos no.
Y también me gusta leer al Marqués de Sade. Recuerdo que mi primer encuentro con este autor fue en tercero de preparatoria, leí Justine. Ese mismo año también leí Julieta, el año pasado, Filosofía del tocador y actualmente leo Las 120 jornadas de Sodoma. Descargué la película de Salò pero todavía no la he visto. Lo interesante del asunto es que mi iniciación con Sade fue gracias a dos amigas, igual de ‘pervertidas’ que yo.
Con esto llego a la conclusión que la perversión no existe cuando se comparte con las personas similares en pensamientos o filosofía a ti, además se debe de tomar de la forma más inocente para no pervertirse en realidad.
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